Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
- Ítaca, de Constantino Cavafis
Y tan largo. Diez años, contados de aquella manera. Casi una década para aprobar la dichosa oposición. Yo habría pedido el camino un poco más corto y bastante más clarito, si me hubieran preguntado. No fueron diez años estudiando, ni mucho menos, pero sí con la idea rondando y muchas idas y venidas.
La fecha de inicio no la tengo clara. La idea siempre la tuve desde el inicio de la facultad. Quería enfocar mi carrera a la enseñanza porque aunque no paraban de decirnos que la carrera tendría mil y una salidas laborales y todo el mundo se lo creía (eran otros tiempos, aún teníamos esa ilusión), ya iba yo intuyendo que me llamaba más la parte teórica que la práctica, que no es poca en mi carrera. La opción de investigar en la universidad me iba a llevar muy lejos y yo buscaba más estabilidad y mejores condiciones, sobre todo en el horario.
Quien vaya a venir a contarme rollos sobre la vocación y la falta de alma de los funcionarios: Oiga, suélteme el brazo, aquí no es. El trabajo, por supuesto, me gusta. Mi parte preferida es conectar con mis estudiantes. Pienso que se me da bien, lo disfruto y me vuelco. Pero mi jornada laboral es la que es y no se me llena la boca con palabrería educativa. Con el rollo de la vocación tapamos muchos agujeros que tienen forma de escasez de personal y ganas de explotar al que hay....
Calculo que sobre 2012 pisé la primera academia para prepararme. El material que nos dieron estaba compuesto por fotocopias de textos hechos a máquina de escribir, pero el profesor me parecía bueno. No hubo tiempo de comprobarlo, ni de que nos trajera piononos de su tierra natal, como prometió. Me dolió mucho más lo segundo que lo primero.
Es que, miradlos, con el papelito blanco y azul de Ysla. Preciosos.
La convocatoria se anuló al poco de empezar el curso y el resto del grupo de la academia decidió no seguir, así que me quedé sin clases y sin saber qué hacer (y sin piononos gratis), pero entre internet y el material de la academia fui haciendo algunas cosas.
En Andalucía las convocatorias para oposiciones a Secundaria salen cada dos años. No hubo oferta de plazas para Física y Química ese año, ni en 2014. Cuatro años en los que no hice apenas nada porque la normativa me tenía más perdida que el barco del arroz. Yo sabía que tenía que preparar los temas aunque fuera por mi cuenta, pero la parte de la programación no acababa de entenderla. Como, además, los temas los tienes que preparar a partir del título de la convocatoria y no hay un índice oficial, empecé a mirar temarios de MAD, de eltemario.com y algunos que encontraba por ahí. Me puse a hacer mi propio temario pero los temas salían inmensos.
La verdad es que esos años pienso que no avancé y en realidad sí que senté las bases para 2015, año en el que me apunté a clases con un preparador, con el que duré poco.
Mientras trabajaba en una academia y daba clases particulares, me fui preparando por mi cuenta y con la ayuda esporádica de otro preparador, esta vez de Primaria (los mejores para preparar las unidades didácticas, en mi opinión). Una operación y un montón de problemas familiares hicieron que estuviera yo más en otras cosas que en estudiar, pero aún así, salí del examen de 2016 con muy buena sensación. Ay, qué ingenua era. Me comí un suspenso que me vino muy bien para espabilar y darme cuenta de que la oposición era otra cosa.
En 2018 volvió a haber convocatoria. Me presenté por presentarme y estuve varios días después del primer examen haciendo la programación a toda pastilla. No me había preparado nada porque estaba trabajando con un horario tremendo, no me veía en ese momento de aquí para allá como interina por Andalucía y no me iba ni a presentar, pero fui con mis temillas y me cayó uno. Los problemas me dieron rabia porque algunos eran muy asequibles, pero si no te sabes una fórmula no te la puedes inventar. Aún así, recuerdo con cariño esos días porque me motivé mucho haciendo la programación y volví a recordar que a mí esa parte me encantaba. Así que dejé pasar el verano con la idea de retomar en septiembre, con calma, con academia o preparadores.
Con el nuevo curso y los ahorros que había conseguido, probé con una academia bastante famosa unos meses y no la vi mal, pero me desanimaba mucho llevar el mismo material que todo el mundo para la primera prueba, y la preparación para la segunda era nefasta. De nuevo, duré poco tiempo.
En esas, di con mi tercer preparador, con el que sí estuve ya un año y medio, de casualidad. Bueno, yo ya le conocía de oídas, pero no había manera de contactar con él. Conseguí su número gracias a que asistí, a última hora y de casualidad, a la comida de jubilación de una profesora del instituto donde había estado trabajando por las tardes en las clases de refuerzo. Un compañero me lo dio y justo pude engancharme a las clases a principios de curso.
Eso sí, era de otra especialidad y sólo nos daba clases sobre la programación. Con eso fue suficiente porque era en lo que yo sentía que necesitaba ayuda externa. Aunque el grupo era bastante grande, las clases eran muy buenas y, sobre todo, lo que mejor me sentó fue conocer a gente que estaba pasando por lo mismo que yo y poder compartir las mil exposiciones, las dudas y los momentos chungos, que no fueron pocos.
Mientras tanto, dejé mi anterior trabajo y a los dos meses me llamaron de la bolsa extraordinaria de otra especialidad, a dos horas de coche del preparador. Para colmo, nos pilló por medio la pandemia y las oposiciones se retrasaron a 2021 justo cuando mejor lo llevaba (exponía la programación todos los días con el tiempo contado para acabar en mitad de los aplausos).
Aunque yo sentía que el retraso del examen iba a ser una catástrofe, evidentemente me vino genial. Para el curso 2020/21 me mandaron a hora y media de casa, esta vez con vacante. Como estaba fuera, no me presenté en Málaga (aunque luego me enteré de que en esos tribunales habían salido más temas que me sabía que en el mío, así que mal no iba). Los problemas son comunes para toda Andalucía, pero los temas se sortean en cada tribunal. Suele haber más de un tribunal por ciudad, por lo que te puedes examinar en un aula en el que toquen unos temas maravillosos y en el aula de al lado salgan otros horribles. Fue mi caso.
Siempre me habían dicho que cuando la plaza estuviera para mí, saldría todo rodado. Yo, que no creo en la suerte, veía todo eso como cierto mrwonderfullismo. Pero es que salió todo que ni a cosa hecha. Algunas cosas salieron mal en su momento (los malditos nervios...). y otras salieron mal a posteriori (el coche me dejó tirada el día después de la exposición oral). En resumen: ¡se acabó y salió todo bien! Aunque todavía quedaba por delante hacer todo el papeleo en agosto y el intenso año de prácticas hasta ver mi nombre en el BOJA.
Echando la vista atrás veo los dos últimos años, los que realmente me dediqué al 100% a la oposición, mucho más fáciles que los anteriores, aunque trabajaba y las clases me suponían mucho esfuerzo fuera del instituto. Creo que los años de estar dando tumbos, estar a rachas con la oposición pero sin una continuidad ni objetivo claro, fueron mucho peores y se hicieron más largos al estar más desaprovechados.
Creo que os ha llevado leer el post casi tanto como a mí aprobar, espero que mi experiencia os haya podido servir si estáis en el largo proceso de opositar. ¡Y sobre todo que os haya animado a no tirar la toalla!
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