Cuando la gente me decía que había visitado la playa de Bolonia y había subido la famosa duna, me parecía muy extraño, porque a mí aquello me sonaba más a interior, a reformas universitarias y a una archiconocida receta de pasta. Pero no, es que resulta que Bolonia es, además de una ciudad italiana, una pedanía de Tarifa, Cádiz.
Lo único que hay relacionado remotamente con Italia son las ruinas de Baelo Claudia.
No, si los romanos no eran tontos. Vaya sitios tan chulos que pillaban.
Me gustó mucho la visita al centro de interpretación y a las ruinas, pero lo que más disfruté, evindentemente, fue de la subida a la duna. Bueno, más bien de la bajada, porque los 30 metros de altura, hundiéndote en la arena cansar cansan. Las vistas a la Ensenada de Bolonia y el Parque Natural del Estrecho merecen la pena, desde luego.
Al hacer el camino de vuelta al coche fuimos por la orilla en vez de por el camino que bordea la playa y tanteé la temperatura del agua: heladísima. No era de extrañar con el vientazo y las nubes que amenazaban con lluvia. Parece que mi bautismo en aguas atlánticas tendrá que esperar a otro viaje. Pero no importa. Cádiz es una provincia preciosa y siempre merece una nueva visita.
El resto de fotos las podéis ver en mi galería de Flickr.
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