El domingo pasado fuimos al mercado de san Antonio con mi hermana, que no quería irse de Barcelona sin pisarlo. Lo encontramos en obras y con apenas la mitad de las paradas puestas en una calle adyacente.
Por un lado da un poco de pena, pero por otro, es que ya iba haciendo falta. La remodelación tardará un par de años, inevitablemente, y no creo que para entonces vuelvan los vendedores que se han ido :/
Lo que sí ha tenido de bueno el cambio es que los puestos con libros tienen mesas más amplias para exponer y se veía todo mucho más fácilmente. Supongo que fue por esto que, sin ir buscando nada en concreto, hubiera más hallazgos de los usuales:
Los libros azules son de una colección que le leía la madre de i.de pequeño. Juraría que nunca habíamos visto ninguno antes, porque nos habríamos dado cuenta, y de pronto ese día vimos como 4 ó 5. El de química no tiene mucha explicación. Simplemente estaba de oferta y es de una temática que varía poco a lo largo del tiempo. El de Tolstoi, conociéndome, ya se sabe. Pero quiero hablaros del cuarto. El verde.
En 1949 alguien decidió gastarse 20 pesetas en una guía de Granada, seguramente para aprovechar bien esos pocos días que iba a pasar en la ciudad. No sé si por casualidad o con toda la intención, el librito está plagado de recuerdos de ése y otros viajes.
Hojeando, primero aparecen dos entradas para la Alhambra y el Generalife, al precio de dos pesetas cada una, y un poco más adelante, fechadas 19 años después, otras dos. i. dice que podría tratarse del hijo, pero yo pienso que fue la misma pareja, que quiso rememorar aquel viaje. Todas las entradas están rasgadas, al contrario de las series de cinco entradas (esto ya me despista y hace pensar en otros dueños) para la Catedral y el Museo Provincial de Bellas Artes. Sí lo están las cinco para la Cartuja de la Asunción de Nuestra Señora, que debía ser el éxito del momento, porque valía 10 pesetas, frente a las 2-3 del resto (exceptuando la de Alhambra-Generalife, que costaba más que dos guías).
También hay un papelito suelto, sacado de la consulta de un pediatra y con el título de un libro de Averroes escrito a mano detrás. Aún no existían Goodreads ni estanterías de "to read".
Después de tanta caza literaria, y con los estómagos aún habituados al horario suizo (es decir, rugiendo desde las 12,30), decidimos ir a un restaurante que nos interesaba por dos grandes motivos: nos lo había recomendado el hermano de i. y estaba a dos pasos del mercado, en la propia ronda san Antonio.
El sitio se llama Bouzu, está especializado en tapas japonesas y merece una visita especialmente por su katsudon. El okonomiyaki también estaba riquísimo y hay que probarlo porque hay pocos sitios donde lo hagan, pero no es algo que comería hasta hartarme. El katsudon sí, ¡sin dudarlo! Además, me hizo muy feliz comprobar que ambos platos se parecían mucho a mi versión casera. ¡Eso significa que me salen medianamente bien! XDD
Por un lado da un poco de pena, pero por otro, es que ya iba haciendo falta. La remodelación tardará un par de años, inevitablemente, y no creo que para entonces vuelvan los vendedores que se han ido :/
Lo que sí ha tenido de bueno el cambio es que los puestos con libros tienen mesas más amplias para exponer y se veía todo mucho más fácilmente. Supongo que fue por esto que, sin ir buscando nada en concreto, hubiera más hallazgos de los usuales:
Los libros azules son de una colección que le leía la madre de i.de pequeño. Juraría que nunca habíamos visto ninguno antes, porque nos habríamos dado cuenta, y de pronto ese día vimos como 4 ó 5. El de química no tiene mucha explicación. Simplemente estaba de oferta y es de una temática que varía poco a lo largo del tiempo. El de Tolstoi, conociéndome, ya se sabe. Pero quiero hablaros del cuarto. El verde.
En 1949 alguien decidió gastarse 20 pesetas en una guía de Granada, seguramente para aprovechar bien esos pocos días que iba a pasar en la ciudad. No sé si por casualidad o con toda la intención, el librito está plagado de recuerdos de ése y otros viajes.
Hojeando, primero aparecen dos entradas para la Alhambra y el Generalife, al precio de dos pesetas cada una, y un poco más adelante, fechadas 19 años después, otras dos. i. dice que podría tratarse del hijo, pero yo pienso que fue la misma pareja, que quiso rememorar aquel viaje. Todas las entradas están rasgadas, al contrario de las series de cinco entradas (esto ya me despista y hace pensar en otros dueños) para la Catedral y el Museo Provincial de Bellas Artes. Sí lo están las cinco para la Cartuja de la Asunción de Nuestra Señora, que debía ser el éxito del momento, porque valía 10 pesetas, frente a las 2-3 del resto (exceptuando la de Alhambra-Generalife, que costaba más que dos guías).
También hay un papelito suelto, sacado de la consulta de un pediatra y con el título de un libro de Averroes escrito a mano detrás. Aún no existían Goodreads ni estanterías de "to read".
Después de tanta caza literaria, y con los estómagos aún habituados al horario suizo (es decir, rugiendo desde las 12,30), decidimos ir a un restaurante que nos interesaba por dos grandes motivos: nos lo había recomendado el hermano de i. y estaba a dos pasos del mercado, en la propia ronda san Antonio.
El sitio se llama Bouzu, está especializado en tapas japonesas y merece una visita especialmente por su katsudon. El okonomiyaki también estaba riquísimo y hay que probarlo porque hay pocos sitios donde lo hagan, pero no es algo que comería hasta hartarme. El katsudon sí, ¡sin dudarlo! Además, me hizo muy feliz comprobar que ambos platos se parecían mucho a mi versión casera. ¡Eso significa que me salen medianamente bien! XDD
Quedaré fatal pero tengo que reconocer que nunca he ido. En cambio en los días que mis padres pasaron aquí mi padre se volvió asiduo y siempre venía encantado.
ResponderEliminarBuena "cosecha".
¡Muy mal! Hay que ir aunque sea por el ambientillo :)
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